Una vida dedicada a la muerte
- Mitchie Martín
- 11 sept 2017
- 1 Min. de lectura
"El sonido de las hojas rozando el suelo por la brisa de la tarde de verano solo es interrumpido por unas risas intermitentes de niños que se escuchan en la lejanía. Es el silencio la música habitual de los pasillos que vigilan los ángeles de piedra entre los altos cipreses. Cuanto más se adentra uno en el cementerio de San Miguel, dejando atrás las gárgolas que lo custodian desde los muros exteriores, el rumor de las carcajadas y de los pies chocando contra el suelo polvoriento al correr comienza a ser más claro. Un grupo de niños juega al escondite entre los nichos y panteones. Agachada en un lateral del de la familia Larios, una niña de pelo rizado se intenta ocultar entre las rejas de hierro forjado. Es un buen escondite. Incluso el ángel que remata la entrada al edificio parece sonreír divertido cuando uno de sus amigos intenta buscarla sin ninguna suerte mientras se pone el sol (...)"
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